martes, 4 de febrero de 2014

La Niñez

La niñez son los olores del pizzoleo que Almada usaba para empapar el lampazo y encerar los patios de la escuela.
El olor a papeles encerrados de la Mapoteca con una bibliotecaria sentada, que para mí no era más que alguien que no retaba, que no hacía nada; que se sentaba.
Cuando había que ubicar algo muy lejano como España, íbamos a buscar el mapa; todos queríamos ir a buscar el mapa para robarle unos minutos a la maestra y ganar los cincuenta pasos de libertad hasta llegar a la Mapoteca.
Son también las manos que se sacuden blancas y si la uña se zafa del pizarrón, me hace mal a los dientes (se me pone la piel de gallina).
Los banquitos de a dos. El pupitre con lugar para el tintero que en la hora libre de Actividades Prácticas  enchastramos con tinta china una hoja  Nº 5 de papel cartulina. 
Del llamado de la campana; para salir corriendo y sacar el elástico del bolsillo del guardapolvo. O jugar a la mancha. Para correr. Para hacer la fila del kiosco y comprar un sánguche de puro pan con una feta finita de mortadela, que vendía Almada.
Era el guaradapolvo de todos los días y el otro de tablitas finitas para los días de fiesta. La cinta azul, también para la media cola de los días de fiesta. Para cantar el Himno y Aurora y actuar, formar parte, hacer que vendo mazamorras el 25 de Mayo en un escenario que se agrandó de golpe, en cuanto me subí.
Es la niñez de calcar mapas con tinta china. De hacer el mapa de división política. Y arriba, también en papel de calcar el mapa productivo (le hacíamos vaquitas, muchas), ovejas, caballos y para lugares lejanos, animales más raros como guanacos.
Era todo un acontecimiento cuando había que hacer una investigación para la Escuela, ir a la Biblioteca, buscar en Manuales viejos, copiarse de los cuadernos de los chicos más grandes.
Estudiar las tablas, repetirlas y repetir más la del 7, que era la más difícil.
Corregir las faltas de ortografía. Y llevar siempre un diccionario en el portafolios.
Forrar los cuadernos. Tener el cuaderno único y el borrador. Hacerle carátulas con letra gótica en tinta china.
Tirar el portafolios después de comer y salir a la calle.
La calle era un lugar amigo para ser feliz, para andar en bicicleta y habilitar en la vereda un kiosco de revistas viejas y querer venderlas, para sentarse a ver quien pasa y pelear a quien corresponda; para esconderse. Subir a los tapiales; y caerse. Ponerle la cadena a la bicicleta.
Y contar secretos en la vereda.
Esperar a que te haga la pasada el que te gustaba, pero en cuanto pasaba, miraba para otro lado para que no se diera cuenta que me había puesto colorada.
Era creer que ibas a vivir para siempre. Soñar en cuando seas grande.

Mirar LosTres Chiflados en la tele blanco y negro con un plástico azul para darle algo de color. Y rezar para que no lloviera. Y pegarle a la tele si no andaba.
Esa niñez es la única que tengo, la mía, que la saco cuando la necesito.
Ese mundo inexistente  que solo está en mis ojos y en el nudo de mi tórax.
Que bella es la inocencia. Esa niñez, es la única que voy a tener para siempre.
Guarda mi inocencia.