miércoles, 28 de septiembre de 2016

Hiedra/Carbón




Junto palabras con las manos del piso.
Las busco y no las encuentro.

Se me revelan.

Les pido a ellas que me ayuden, que sean buenas;
para soltarlas con la gracia de un poema;
cuando se me convulsiona la vida mía.


La veo trepando como una hiedra amorosa,
y también mórbida color carbón,
ayudando a las lágrimas a que se abran paso,
a que suban, se anuden ardiendo detrás de la garganta;
hasta que brotes vos (mi) manantial, como hielo (mi) corazón derretido.
Hasta que se haga escarcha.
Hasta que infinitas lágrimas, se guarden,
para que no se gasten;
por las dudas.

Por si un caso.

Ahí está en la queja de mi oreja,
como hiedra de amor o mórbida carbón/ de mis cenizas/

La poesía se hace una en el latir de las manos con el pulso vida;
me inquieta,
me despierta,
me molesta.
La liquido.

Me resucita de los pies clavados sin pasos; desde lo profundo de abajo del fondo.
De mi propio olvido de mi.

Me pasa la poesía.
Como la sorpresa,
como el amor y el desamor.

Son las palabras divinas y maltrechas,
hilachas del cuerpo corazón, de lo que queda nace un poema
                                                          /grácil como la hiedra o mórbida como el carbón/



La poesía de la nada,
del desalojo de la esperanza,
que mira hacia arriba y nada,
que mira al costado, y nada,
que mira adentro, y nada,
que mira abajo, y está el filo del piso.

Casi me caigo.