lunes, 26 de enero de 2015

Mi palabrita

Tengo una palabrita, linda, más linda que la ilusión,
más, que la metáfora que aún no se inventó.
Más soñada que todos mis sueños, de todos todos mis sueños, aún de los sueños cuando todavía no hablaba.
Balbuceaba.

Hasta del sueño que me durmió.

Una palabrita más vieja que la esperanza, más rica que un licor de chocolate espeso, del que te hace cerrar los ojos para afuera y abrirlos para adentro.
Para sentir su espesor.
Tengo también palabrotas, las del pudor,
son palabrotas tan feas como el dolor,
más feas que el color del invierno sin mantas,
más, que una oración que no te calma,
son como la burla del que dibujó el laberinto ( y te encerró). 

No tan feas como el vacío, que es el peor;
quiso quedarse solo como un viejo gruñón, sin palabritas ni palabrotas; sin oración.   
Sin Dios.
Sin oxígeno. Sin verbos de movimiento. Sin el futuro perfecto.
Sin ilusión.
Es la ausencia de todo, aún del dolor que más duele.
Del que te muele.

Por eso tengo mi palabrita de chocolate licor y mis palabrotas feas,
para cerrar los ojos para afuera y abrirlos para adentro,
juego a que me quedo bizca haciendo así con los ojos ( ahora los estoy torciendo para ver como es mirar cruzado); y ellas también se ponen bizcas y hablan al revés.
El trabalenguas y el trabaojos.
Bizcos.
Tengo una palabra  de cáscara de huevo pero sin huevo, es cáscara vacía,
tiene el eco de la nada y el ruido del bullicio. Es nada y ruido; es lo mismo.
No dice nada palabra pasmada. No habla.
Ahora llega la palabruta, se que está pero no se cuál es.
Qué risa la palabra de la mascarita, la del corzo; la que se puso un trapito en la cara y hace de hada. Chillona despiadada.
Me gusta más la del corzo a contramano, tiene un tono más grave, más seductor.
Tengo palabras en colores; rosa grasa de novela barata de amor.
Azul para la noche, que iría con un personaje de nombre Amador, que tantos poemas gastaron el color; y quedó el celeste cielo, más kitsch que el anterior.
El blanco de la cala, puro de la pureza que transparenta el alma, puro como la lucha de un esclavo, que es el blanco cala de la muerte.
También tengo las rojas del corazón, rojo sangre, rojo pasión, rojo de lastimadura, de corte profundo, de lo que se perdió (se me perdió).
Y me lastimó.
Tengo una palabra gorda, que se tragó todo; y me infló.
Se me atraganta en la garganta, a veces baja como una lágrima que tragué para siempre y se evaporó y otras, sube con dudas, se hace sonido y es plena, gorda de sentidos.
Ahí me encuentro yo. O no.

Entonces recuerdo la palabrita más linda que la ilusión,
no se la digo a nadie. Es un secreto a voces entre vos y yo.