domingo, 25 de marzo de 2012

Tríada: el hijo, el árbol, el libro.

                                            
Tres elecciones para la inmortalidad

Opción 1  
Un hijo depende de la voluntad, de la naturaleza y de la suerte no sólo de tenerlo sino también de cómo te salga.
HIJO = VOLUNTAD + NATURALEZA + SUERTE

Opción 2
Un árbol depende de la voluntad de plantarlo, de regarlo, de cuidarlo, es decir voluntad y naturaleza.
ÁRBOL = VOLUNTAD + NATURALEZA

Opción 3
Un libro depende de la voluntad, de la constancia, de las ganas de escribirlo.
En definitiva es lo más fácil; porque si es bueno o malo, es otro tema; vos podés escribirlo igual.
Querés darte un gusto y te lo das. Querés libro, ahí lo tenés.
LIBRO = VOLUNTAD 

Mi opción es esta última, no porque sea escritora ni mucho menos, sino porque en alguna categoría de inmortalidad tenía que entrar.
No puedo partir sin dejar algún tipo de legado, sin que algo de mí ande por ahí.
Así fue como llegué a la decisión de transcribir mi verborragia, para no ser menos.
La maternidad me fue negada por la Madre Naturaleza, por el mismísimo dios y por la puta desgracia. La negación de que alguien me diga mamá.
La opción del árbol, qué sé yo, no me cierra; como poder puedo plantar un árbol, pero ¿quién lo plantó? Es impersonal. No tiene árbol genealógico como los niños, ni autoría como los libros.
¿Cuál sería la gracia de plantar un árbol? Que sumamos sabia y oxígeno, pero no se diferencia de otros idénticos árboles.
Pero en el fondo lo que más y más queremos es abonar nuestro narcisismo. Lo que en labios de una madre se refleja en los atributos físicopsicointelctoemocionales de su hij@ que l@ diferencian del resto de los mortales. Del mismo modo que cualquiera que escribe un libro cree que se trata de una verdad divina y que el mundo no puede seguir viviendo sin tal revelación; aunque basta con ir a cualquier librería para mínimamente sospechar que todo ya fue escrito.
En fin, el tiempo es quien decide que ese pequeño bebé rozagante se sumó a una tribu urbana y anda de cadenas negras y cara de pocos amigos a las 12 del mediodía; o ese libro cuya impresión dio tanta felicidad a su autor, termina a los 15 días por dos pesos en la batea de usados.
Las expectativas alcanzadas por ese hijo y las expectativas alcanzadas por ese libro, serán directamente proporcionales a los narcisismos heridos o inflados de sus respectivos dueños.
Por lo pronto y mientras tanto, como si hay algo que me caracteriza es una enorme fuerza de voluntad - que de eso se trataba- acá está mi libro.
Es lo que me he tomado el atrevimiento de encontrar.

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