lunes, 2 de abril de 2012

El vientre errante de Platón

Decía Platón que el vientre femenino debe ser fecundado en un determinado momento, que si pasado el cuarto de hora esto no ocurre, danza el vientre loco y errante por nuestro cuerpo, y no sé bien qué pasa, si nos volvemos locas (porque se nos sube el vientre a la cabeza), si enloquecemos al otro, o si es sólo el vientre el que enloquece sin afectar nuestra integridad psíquica.
Era como un animal enojado decía, qué ocurrencia la de Platón.
¿Pero cómo es que un vientre puede enloquecer si no tiene aparato psíquico? La condición mínima para que exista la locura es la presencia de una mente o algo parecido; tampoco me voy a poner tan exigente.
Para ser precisa lo busqué en el diccionario y me enteré que errante es el que anda de una parte a otra sin tener asiento fijo. Viene de errar, andar vagando de una parte a otra. Extraviarse. Vagabundo.
Este abanico de significaciones me confunde y atemoriza. Pensar que si fuera el caso de que el vientre es el que anda por ahí adentro errando, y efectivamente Platón tenía razón y conlleva en sí mismo la capacidad de enloquecer, podría eventualmente atacarme o dañarme; porque en realidad el motivo de su enojo es que no fue fecundado. ¿Y quién sería la responsable de esa infecundidad? Yo. Entonces sólo quiere vengarse.
Sin embargo, no hay mucho que pueda hacer con esto. Podría hablarle para calmarlo -pero no sé si escucha-. Echarlo no puedo, porque no creo poder vivir sin vientre; palabra que también busqué en el diccionario para ver qué quiere decir, y surge un problema, porque es la cavidad del cuerpo de los animales vertebrados, en las que se contienen los órganos principales del aparato digestivo y del genitourinario.
Reconfirmo así que tengo que convivir con lo bueno y lo malo de este vientre loco, porque necesito de sus otras funciones. No puedo enojarme yo también y echarlo. Necesito de él.
Cada vez que lo pienso me pongo más paranoica, porque vamos a suponer que no está loco, que sólo es un vagabundo que se extravía, ¿qué pasa si se pierde? Si entra a dar vueltas a mucha velocidad y resulta ser que no logra encontrar el lugar al que pertenece, ¿se alterarán mis funciones vitales? ¿Habrá que medicarlo para calmarlo un poco? ¿Tendrán que operarme para dejarlo quieto?
Mi única esperanza es que Platón se haya equivocado.
A esta altura, hasta prefiero que la opción sea la primera; es decir que me suba el vientre a la cabeza y altere mi aparato psíquico; por lo menos se sabe con lo que hay que luchar. En todo caso podré quedar como una mujer errante y extraviada, que mucha gracia no me da, pero por lo menos es un problema que la ciencia puede abordar.
Y ahora que lo pienso me doy cuenta, además, de que esta mujer no fecundada (por ejemplo yo) no es una mujer que en el caso de enloquecer lo hace de un modo romántico para salvarse, sino que es una loca enojada; es un vientre que no vaga por el cuerpo penando y de duelo, sino que se extravía enojado y peligroso.
Si afino el pensamiento caigo en la cuenta de que tanto una mujer no fecundada, como así también su vientre no fecundado, se vuelven ambos peligrosos. El uno o la otra, o los dos. Qué idea machista y discriminadora.
¿Por qué Platón me hace esto? Pienso en Platón y en mí. Qué osada, Platón y yo; debe ser que lo asocié con Platero y Yo.
Qué tierno.

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